sábado, 20 de marzo de 2010



La mañana avanzaba y el auto fue liberado del frío nuestros caminos sin embargo se encontrarían al vernos sin esperanza. El frío sonrojo mi rostro y era insoportable el respirar, pensé en no continuar en quedarme ahí de pie a esperar la muerte bajo el cielo blanco y las montañas amarillas. A lo lejos los colores y el humo, sin duda presencia de seres humanos. Todavia hay esperanza. Al llegar, una feria y los olores de la comida, los ojos alegres de las personas y la esperanza de vida otra vez luego de la caminata de frío. Una imagen, de ella el mundo, los ojos amarronados, tibios, arrugas y suciedad limpia de humanidad. En nuestro país a pesar de todo a una le duele el corazón porque no importa el frío ni la madrugada en un auto sino la esperanza de que las cosas cambien o de cambiar una misma muy muy lejos de casa.

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